Antes de que finalice el año, conoceremos las acciones que adoptarán los países en la próxima década para mitigar la crisis ambiental. ¿Qué tantos avances, acuerdos y deudas quedan de estas negociaciones con quienes custodian el 80% de la biodiversidad del planeta?

Foto postada em: Gaia Amazonas

Los bosques cubren un tercio del planeta, son el hogar del  80% de las especies de plantas y animales que habitan la Tierra, y son responsables de almacenar carbono; una función esencial para mantener la estabilidad climática. Así de claro es: solo protegiéndolos existirá una oportunidad para frenar la pérdida de biodiversidad, reducir drásticamente las emisiones causantes del cambio climático para 2030 y limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados.

Así lo expresaba también David Kaimowitz, oficial de bosques de la FAO, en una columna de opinión, previa al inicio de la COP 26 que se lleva a cabo en Glasgow, Escocia. En ella, invitaba a los gobiernos de todo el mundo a reconocer dos hechos: el primero de ellos que necesitamos bosques bien protegidos y el segundo, que esto solo pasará de la mano de los pueblos indígenas.

“Sabemos que el buen estado de los bosques está estrechamente ligado al respeto de los derechos territoriales de los indígenas -escribe Kaimowitz- ya que estos  tienen menores tasas de deforestación y emisiones de carbono. Hoy, los pueblos indígenas y las comunidades locales gestionan, al menos, el 24% del carbono total almacenado en los bosques tropicales del mundo, y sin ellos no podemos ganar esta carrera para salvar el planeta”.

Y en esta carrera, se han dado pasos significativos que demuestran un mayor reconocimiento al  rol fundamental de los pueblos indígenas. Muestra de ello es que  la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) aprobara y respaldara la resolución presentada por los pueblos indígenas de la cuenca amazónica para proteger el 80% de la Amazonia al 2025.

Otro ejemplo poderoso es que cada vez más informes científicos de alto nivel destacan los derechos de los indígenas como un paso fundamental en la protección de grandes extensiones boscosas. Uno de los más recientes: el reporte del Grupo Científico para la Amazonia, desarrollado por más de 200 expertos, que será presentado en su totalidad al finalizar la COP 26. Sin duda, pasos significativos, pero no suficientes ante un escenario que demanda más acciones concretas, más urgencia y más ambición. Revisemos algunos de ellos.

Los avances 

– Reconocimiento en la gestión de la biodiversidad. Es destacable que el primer borrador del Marco Mundial de la Diversidad Biológica Posterior a 2020, o la agenda que se discute actualmente para proteger la biodiversidad de forma efectiva al 2030, presente metas específicas orientadas a garantizar los derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales (PICL) sobre sus territorios y recursos (Meta 21); además de asegurar que sus conocimientos y prácticas tradicionales sean reconocidas por los gobiernos como herramientas efectivas en la buena gestión de los territorios (Meta 20). El MDB definitivo se dará a conocer después de la segunda parte de la COP 15, el próximo año en Kunming, China.

– Se presentó un primer gran informe de un organismo de la ONU que reconoce y documenta rigurosamente por qué los pueblos indígenas son los mejores guardianes de nuestros bosques. Se trata de ‘Los pueblos indígenas y tribales y la gobernanza de los bosques, una oportunidad para la acción climática en América Latina y el Caribe’, el cual muestra cómo los territorios de propiedad colectiva de los pueblos indígenas han evitado hasta 59,7 millones de toneladas métricas (MtC) de emisiones de dióxido de carbono (CO2) cada año en Bolivia, Brasil y Colombia; lo que equivale a retirar de la circulación hasta 12,6 millones de vehículos durante un año.

La Amazonía empieza a estar en los planes del sector privado. Ocho instituciones financieras y empresas del sector agroindustrial anunciaron la iniciativa  de Financiación Innovadora para la Amazonia, el Cerrado y el Chaco (IFACC) en el que destinarán 3.000 millones de dólares para desacelerar la deforestación y la producción de soja y ganado en Suramérica; y en estas tres regiones especialmente porque corren un gran riesgo de transformación debido a la creciente demanda de la agricultura. Si este mecanismo de financiación contempla a los pueblos indígenas y las comunidades locales para lograr el objetivo, podría ser un esfuerzo significativo.

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