Los incendios y la deforestación siguen aumentando en la selva amazónica, sin que haya políticas a nivel continental para combatirlos. El problema es que ni siquiera a nivel local hay mucho interés por protegerla.
Como si 2020 ya no fuera un año lo suficientemente trágico para la humanidad, la NASA dio a conocer el pasado 10 de julio una investigación, realizada junto a científicos de la Universidad de California, que demuestra que están dadas todas las condiciones para que esta temporada de incendios en la Amazonía sea más horrible que nunca. Según el estudio, las temperaturas en la superficie del Océano Atlántico son más cálidas de lo normal, lo que aleja la humedad de la selva amazónica, generando paisajes secos, que se convierten en el escenario ideal para la propagación de las llamas.
La noticia es poco alentadora, si tenemos en consideración la enorme destrucción que dejaron los meses secos en 2019, donde se vieron escenas que causaron conmoción mundial e incluso derivaron en enfrentamientos entre el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y mandatarios europeos, que exigían medidas para asegurar la conservación de lo que se considera uno de los pulmones verdes del planeta. Si a eso se suma que la deforestación y los mismos incendios no han cedido este 2020, pues el panorama se ve poco halagüeño.
“En junio, el número de incendios en la Amazonía fue el mayor en 13 años, con un incremento del 20 por ciento en comparación con el año pasado. Pero es temprano para decir si este año será peor, porque el pico de la temporada de incendios es en agosto y septiembre”, explica a DW Claudio Angelo, coordinador del Observatorio del Clima de Brasil. Una postura similar tiene Rômulo Batista, portavoz de la campaña de Greenpeace Brasil en la Amazonía: “La situación ya es grave. Las tasas de deforestación son las mayores en 11 años”, explica.
Los glaciares en peligro
Otro país que se vio muy afectado por los incendios fue Bolivia. Carmen Capriles, fundadora de Reacción Climática, estuvo el año pasado 40 días como voluntaria luchando contra las llamas en la Chiquitania. “Este año no hay incendios de la magnitud que tuvimos en 2019, cuando se quemaron cinco millones de hectáreas, cuando el promedio en Bolivia es de entre 300.000 y 500.000 al año”, explica. Sin embargo, la técnica de quemar el terreno para usarlo en la producción de monocultivos y pastoreo sigue adelante. Los movimientos ecologistas han pedido una “pausa ecológica” que permita la recuperación de la selva dañada, pero con escaso eco a nivel gubernamental.
“Lo que nosotros proponemos es que se permita que la selva se regenere. Si se produce ese proceso, el 50 por ciento de lo dañado se recupera en unos seis años, lo que ayudaría a que buena parte de la fauna pueda volver a la selva. En caso contrario, la fauna pierde su hábitat”, explica Capriles, que cuenta que la política del gobierno no es dejar regenerar, sino reforestar con especies exóticas de crecimiento más rápido, pero que daña la biodiversidad de la región.
La ecologista, además, advierte sobre otro efecto que tienen los incendios en la Amazonía, que afecta directamente a países andinos, como Bolivia o Perú. “Los incendios impactan en los glaciares de la cordillera de los Andes. Cuando se quema la Amazonía, todo ese hollín que se produce hace que los glaciares cordilleranos sean más oscuros, lo que hace que absorban más calor y se derritan más rápido”, explica. Por eso considera relevante una política conjunta entre los países amazónicos, algo que “lamentablemente no hemos visto”.
El “antiministro”
Claudio Angelo destaca que el Gobierno de Brasil emitió un decreto que prohíbe las quemas en la Amazonía durante 120 días. Sin embargo, advierte, se trata de letra muerta, porque “no existe un aparato de fiscalización que actúe en la selva, pues Bolsonaro subordinó las agencias ambientales al Ejército, lo que en la práctica ha hecho que el combate de la deforestación sea ineficaz. Si eso se repite en la lucha contra los incendios, podemos tener una temporada peor que la de 2019”.
El problema, complementa Batista, de Greenpeace Brasil, es que “desde el inicio el actual Gobierno carece de política ambiental o, peor que eso, tiene todo un plan para acabar con el marco legal montado para conservar la Amazonía”. Y recuerda una declaración del que llama “antiministro” de Medio Ambiente, Ricardo Salles, quien en abril dijo que había que aprovechar la cuarentena para cambiar las leyes ambientales sin que la Justicia se entrometa. Las declaraciones se divulgaron en mayo y provocaron un escándalo que terminó opacado por la crisis del coronavirus.
“Mientras Bolsonaro sea presidente de Brasil, lo único que podemos hacer es tratar de frenar la destrucción de la Amazonía”, dice Angelo. Si bien es posible recuperar el bosque destruido y concentrar la producción agrícola en zonas ya degradadas, ve escasa voluntad de parte del Gobierno para aplicar esa política, más sustentable que la mera destrucción. Batista, en tanto, rescata que la comunidad internacional siga teniendo su mirada puesta en la región. “Se requiere una movilización global para demandar que este Gobierno retome la fiscalización y el control en la Amazonía. Además, es necesario que se creen nuevas unidades de conservación y reconozca las tierras demandadas por los pueblos indígenas”, sostiene. (few)
Autor Diego Zuniga
PUBLICADO EM: DEUTSCHE WELLE DW
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