Años de abandono, crecimiento de narcotráfico, disidentes de las FARC y, ahora, coronavirus, son algunos de los factores que afectan al Trapecio Amazónico.

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Ubicado en la triple frontera entre Colombia, Perú y Brasil, en esta área de la Amazonía la población resiste entre el virus, el contrabando y la violencia. ¿Qué sucede en el rincón más apartado de la selva sudamericana?

Servindi, 19 de mayo, 2020.- Hablar de inicios del 2020 es hablar de un mundo distinto. La pandemia del coronavirus ya golpeaba con fuerza en Asia y se volcaba sobre Europa, pero el mundo occidental, con América Latina incluida, se negaba a reconocer la dimensión que tendría la llegada del virus. Pocos meses después, la pandemia alcanzó todos los rincones del planeta, afectando también a la Amazonía. Dentro de esta última, a una de las áreas más remotas dentro de Sudamérica: el Trapecio Amazónico.

Ubicado entre dos de los ríos amazónicos más importantes (el Putumayo y el Amazonas), esta franja de selva tropical intersecta las fronteras de tres países: Colombia, Brasil y Perú. La variedad de grupos étnicos que conviven desde hace siglos en esta región y la porosidad de las fronteras, obligan a pensar en el Trapecio Amazónico o Triple Frontera, como un universo en sí mismo en el cual los problemas se remontan a varios años antes del coronavirus.

La ciudad más grande en esta zona es Leticia, ubicada en territorio colombiano, y donde hasta este fin de semana se contaban mil contagios, lo que con una población de 49 mil habitantes habla de una de las tasas de contagio más altas del planeta.

Como era de esperarse, las muertes empezaron a ocurrir. Hasta ahora hay 35 fallecidos, entre ellos Antonio Bolívar (75 años), el famoso actor indígena que protagonizó la película El abrazo de la serpiente. Su muerte hizo que desde las grandes ciudades de la región mirásemos a ese rincón olvidado de Sudamérica.

Migración de narcos

En los últimos años, el Ejército Peruano ha atacado con relativo éxito a los laboratorios de fabricación de cocaína que abundaban en la selva sur, en el área conocida como Valles del Río Apurímac-Ene-Mantaro (VRAEM). Como resultado de esto, muchos carteles se desplazaron hacia otras áreas apartadas de la Amazonía. Frente a ello, la porosidad y el abandono de la Triple Frontera lo convirtieron en un territorio apetecible para el transporte de droga.

El escritor y especialista en la Amazonía, Roger Rumrrill ha advertido que esta migración de narcotraficantes de la selva sur peruana hacia el norte, ha dinamizado en las últimas décadas el flujo de droga en la Triple Frontera. En este ensamblaje tan complejo de pueblos, ríos y fronteras, la droga discurre junto a los tantos bienes que ya alimentaban el contrabando: combustible, madera, alimentos y personas.

Hace unos días, el especialista en temas de seguridad y narcotráfico Pedro Yaranga advirtió que en medio de la pandemia la producción y circulación de droga no ha cesado, sino que ha buscado rutas alternativas. Entre ellas, precisó, se encuentra el Trapecio Amazónico, donde dominan principalmente los carteles colombianos que, al encontrarse con los recien llegados peruanos, podrían desatar un nuevo conflicto.

Violencia y el Pacto de Leticia

A este panorama hay que sumarle un nuevo actor que solo ha traído violencia a la zona: los disidentes de las FARC. Como es conocido, en 2016 no todos los miembros de las FARC acordaron firmar el Acuerdo de Paz con el entonces presidente Juan Manuel Santos. Se estima que más de mil guerrilleros no entregaron las armas, sino que se movilizaron hacia el Trapecio Amazónico donde el creciente tráfico de drogas se les presentó como una nueva oportunidad de negocio.

En 2017, el entonces ministro de Defensa peruano, Jorge Nieto Montesinos advirtió que las plantaciones de hoja de coca en las riberas del río Putumayo se había triplicado desde el 2015. Con ello aumentó el nivel de violencia, debido a la presencia de grupos armados.

En setiembre del 2019, tras un dramático incendio forestal, los presidentes de Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia, Surinam y Guayana (Brasil brilló por su ausencia), firmaron un acuerdo de colaboración pan-amazónico denominado Pacto de Leticia. Los 16 ejes de aquel compromiso están orientados a la lucha contra la deforestación y el cambio climático, poco se habló durante aquella reunión sobre la creciente violencia en la zona.

Pocas semanas después de este acuerdo, cada uno de los países firmantes vivió una crisis particular. Sin el apoyo de Brasil, con estallidos sociales en Bolivia, Ecuador y Colombia, y con el cierre parlamentario en Perú, nadie prestó atención a los compromisos del Pacto de Leticia a fines del 2019. El 2020 llegó con una pandemia bajo el brazo y todo el panorama cambió.

La crisis se agudiza

En medio de este caótico panorama, el coronavirus llegó a la Triple Frontera. Desde inicios de mayo, los servicios sanitarios están colapsados en Leticia y el narcotráfico ha aprovechado la crisis para intensificar sus actividades. Casi se podría decir que es una de las pocas industrias que no se han congelado. La ubicación es estratégica, Perú y Colombia son los principales productores de cocaína y Brasil el mayor consumidor de la región.

La única reacción efectiva a la convergencia de problemas en esta zona, ha sido la militarización ordenada por el presidente colombiano Iván Duque hace unos días. Según explicó, el objetivo es frenar el flujo de personas entre fronteras para mitigar la expansión del virus. Sin embargo, es inevitable observar que esto significa un nuevo actor armado en la zona. Y, mientras tanto, el coronavirus se sigue expandiendo en medio de este caos que tiene como principales víctimas a los pueblos indígenas del Trapecio Amazónico.

Por José Carlos Díaz*

* José Carlos Díaz es Periodista y doctorando de estudios culturales en Rutgers University.

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