Ya se ha transformado el 20 por ciento de este gran bioma.

Por: Laura Betancur Alarcón Redactora de EL TIEMPO

Los ríos ‘voladores’ de la Amazonia, esas corrientes de humedad que fluyen por la selva hasta convertirse en lluvia en el norte de Argentina o los Andes en Colombia, son una de las tantas maravillas naturales que cambiarían por completo si la Amazonia se queda sin sus árboles.

Los nueve países amazónicos –Brasil, Colombia, Bolivia, Perú, Ecuador, Guyana, Guyana Francesa y Surinam- tienen la tarea de frenar la deforestación en este bioma invaluable y así aportar a la lucha del cambio climático, debido a que si se mantiene el bosque amazónico se está liberando menos dióxido de carbono a la atmósfera.

Lo que significa, en palabras simples, que mantener la Amazonia es no abrir una caja de pandora donde la quema de los bosques liberaría tantas emisiones como para agravar el estado del clima mundial.

En la Cumbre del Clima el año pasado, el encuentro más importante en la historia sobre cambio climático, 18 países de América Latina firmaron la Declaración sobre Áreas Protegidas y Cambio Climático, un primer paso para comprender por qué estas zonas conservadas tienen un alto potencial como soluciones naturales frente a la problema climático.

Llevar esa declaratoria a acciones tangibles es una de las metas en las que trabaja actualmente un equipo de investigadores entre los que se encuentra Claudio Maretti, vicepresidente de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas (CMAP) y director del Instituto Chico Mendes de Brasil, encargado de las áreas protegidas y del estado de conservación de la biodiversidad de ese país.

Maretti, quien participó en el Programa Arpa (Áreas Protegidas de la Amazonía) y otras iniciativas para conservar la selva, explica que es un imperativo frenar la deforestación ya si no “queremos emporar la situación global”.

¿Cómo están distribuidas las áreas protegidas en la región amazónica?

En toda la Amazonia hay un esfuerzo significativo. Algunos países de las Guyanas, como la Guyana ex inglesa, tal vez están detrás en el número de áreas en comparación con los demás. Brasil es el que tiene el área total más amplia, pues tiene la parte más extensa de la Amazonia. Tenemos el 28 por ciento de áreas naturales protegidas, que hacen parte del sistema nacional, y otro 23 por ciento que son territorios indígenas.

Lo que hace falta es tener más claro cómo se puede contribuir desde las áreas protegidas a las estrategias de adaptación al cambio climático en cada país.

¿De qué sirve la declaratoria de esas áreas protegidas en la lucha por el clima?

Sirve de varias maneras: para ponernos de acuerdo entre los países de Latinoamérica, especialmente, entre los nueve de la Amazonia. Ahora estamos desarrollando un plan de acción para poder implementar las acciones concretas. Por ejemplo, ya se habló del interés de Guyana de aumentar en 2 millones de hectáreas su sistema de áreas protegidas.

Países como Colombia y Perú están desarrollando proyectos para recaudar fondos para fortalecer los sistemas nacionales.

Además, hay una iniciativa del Fondo Mundial de Ambiente, que incluye a Brasil, Perú y Colombia, para promocionar mejor cada área protegida en la región.

¿Por qué crear estas zonas conservadas mitiga los efectos del calentamiento global?

Con la conservación de los bosques sí se puede hablar de sumideros de carbono, pero en general lo que estamos haciendo, es evitar nuevas emisiones. Si consideramos la Amazonia, como una fábrica que produce carros, entonces la fábrica consume una tonelada al día, lo que disminuye esa producción es evitar la deforestación. Ojalá pudiéramos llegar al día de emisiones cero, pero eso no depende solo de las partes protegidas.

También el bosque apoya la estabilidad de los flujos de los ríos. Si mantenemos la vegetación disminuimos los impactos de esas concentraciones de lluvia y sequía. Es muy importante mencionar el fenómeno de los ríos voladores de la Amazonia.

Este fenómeno significa que hay un volumen muy grande de agua por las corrientes de aire que luego llueva. La Amazonia es fundamental para atraer la lluvia del océano Atlántico y empujarla hacia los Andes y de ahí hacia el sur.

¿Se necesitan más áreas protegidas o una mejor gestión?

Se necesitan las dos. Si hablamos del sistema de áreas de protegidas, tienen un conjunto importante, pero no en todos los países hemos logrado la meta internacional de un 17 por ciento del territorio en áreas protegidas. Además en casi todos no tenemos una buena representación ecológica, por ejemplo, nos interesa proteger más a los bosques húmedos que las sabanas o los humedales.

La Amazonia es el ecosistema más importante del mundo, el más biodiverso, el que tiene más interacciones con el clima, entonces tenemos que mantenerlo como un todo funcionando, no solo por áreas protegidas por separado. En ese sentido, hay estudios que demuestran que por lo menos entre un 60 por ciento y un 80 por ciento de la Amazonia tiene que mantenerse intacta.

¿A qué se refiere con intacta?

Hay cierta parte de la comunidad científica que sostiene que las metas globales de áreas protegidas, que es del 17 por ciento, no es suficiente para la conservación de las especies. Se habla de más de un 30, 40 y 50 por ciento. Para la Amazonia, muchos científicos dicen que esos porcentajes ni siquiera son suficientes. Otros explican que entre un 60 y hasta de 70 por ciento de los ecosistemas no pueden ser transformados, es decir, no es que sean intocables, pero no se pueden convertir en pastizales o en áreas urbanas.

El estimativo global es que en toda la Amazonía hemos convertido entre el 17 y 18 por ciento de bosques. En el Brasil algo más que eso. En Perú y Bolivia está creciendo mucho la transformación. En este momento, además, se podría añadir otro 20 por ciento de zonas con degradación importante, donde los bosques sí están, pero mal manejados.

Si se hace el cálculo, entonces, no estamos muy lejos de ese límite de no transformar el 60 por ciento…

Sí, hay que parar la deforestación en este punto. Porque de lo contrario como países amazónicos sí estaríamos cerca de contribuir al cambio climático. Si no queremos empeorar la situación global, hay que parar la deforestación donde está ya.

Colombia se trazó la meta de deforestación 0 para el 2020, pero en el norte de la Amazonia colombiana ya se evidencian los focos más alarmantes de deforestación del país. ¿Es posible alcanzar esa meta?

Creo que sí es posible, porque ya lo hemos demostrado en el caso de Brasil. Colombia ha venido avanzando con la reducción de deforestación. Lo que sí habría que hacer es volver esa meta como una prioridad de país. Eso se tiene que traducir en aportar recursos y en la acción de diferentes actores…

Hay que hacer cosas novedosas. Por ahora, hemos avanzado en el control de la madera ilegal, pero tenemos que crear sistemas de acceso a terreno y reforzar las áreas protegidas. En Brasil hicimos un estudio científico, donde concluimos que un 37 por ciento de la reducción de la deforestación se debió a la amplia zona de estas áreas.

Además, tenemos que combatir la madera ilegal para que los bosques puedan ser aprovechados de manera sostenible y que a la vez generen recursos en las regiones amazónicas. Si no podemos talar la Amazonia para producir actividades agrícolas, hay que buscar ingresos de otra manera.

También habrá actividades que, aunque no queramos, sí se van a hacer como la minería o el petróleo, entonces necesitamos que los sectores económicos compensen. Ahora, definitivamente, la minería ilegal no se puede hacer. La legal se puede hacer con mucho cuidado y que se compense lo que haga.

Algunos actores del mundo ambiental considerarían imposible la minería en la Amazonia… Sorprende su respuesta…

Si nos quedamos solo entre nosotros, que sabemos de la importancia de las áreas protegidas, entonces no vamos a llegar a donde necesitamos. Hay que incluir las áreas protegidas en los planes de los otros sectores productivos.

¿En qué radica la debilidad en la vigilancia del Amazonas?

Tenemos evitar al máximo de las actividades ilegales. Por ejemplo, se habla de los altos niveles de mercurio en la Amazonia colombiana. En Brasil tenemos minería hace décadas, pero en Colombia la contaminación es impresionante. Otras de las zonas más degradas por esa actividad es en Mano de Dios en Perú.

Como Gobiernos no tenemos la capacidad de revisar todas las actividades. Hay que dividir las responsabilidades, sino tendríamos que tener como 50 millones de guardaparques.

La Amazonia es también vulnerable. ¿Qué vamos a ver en las próximas décadas por culpa del cambio climático en esa región?

Los cambios climáticos en temperatura y lluvias son importantes. Pero hay otros cambios que son menos notables e igual de relevantes como el patrón de las corrientes de aire. El tema no es tanto cuánta lluvia cae, sino cómo se distribuye.

Lo que veremos es que en pocos años habrá secuencias de años más lluviosos con crecidas e inundaciones y años mucho más secos. Hay zonas donde la lluvia empezará más tarde y la agricultura ya no se podrá producir de la misma manera.

También tendremos una migración de especies por los cambios en las condiciones climáticas, por eso tendremos que adaptar las áreas protegidas, porque ahora la riqueza de especies está en un determinado lugar, pero puede que luego ya no esté ahí.

Laura Betancur Alarcón – Redactora de EL TIEMPO

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